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sábado, 1 de octubre de 2011

YO ESTOY A LA PUERTA Y LLAMO


En esta hora quisiera charlar un ratito con ustedes y reflexionar sobre un Versículo de la Biblia que recoge unas palabras muy hermosas de Parte de Jesucristo Nuestro Señor. Palabras que aunque se pueden aplicar a todo el mundo necesitado, sin embar­go son dirigidas especialmente a la Iglesia, y en lo particular a cada creyente como parte integrante de la Iglesia de Jesucristo. Estas palabras se encuentran, registradas en el Cap. 3 y versículo 20 del Libro de Apocalipsis y dice: "He aquí yo estoy a la puerta y lla­mo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en él y cenaré con él y el conmigo".

Al analizar estas palabras de Jesús lo prime­ro que salta a la vista es que el esta hablando a la Iglesia como un todo, pero a la vez está hablando a cada cristiano en particular. Nos presenta las características de la Iglesia de Laodicea a quien va dirigida esta carta. Para poder entender bien las palabras de Jesús es necesario que sepamos que la Iglesia de Laodicea en su as­pecto dispensacional e histórico representa a la Iglesia apóstata al final de esta era: relapsa, indiferente, mundana, sin vida y for­malista" El quebrantamiento del yugo y la tiranía romana representa­da por la Iglesia de Tiatira, trajo por resultado la autoridad de la palabra de Dios representada en la Iglesia de Sardis. Pero si la voluntad de Dios tal y como se revela en la Palabra de Dios, no se recibe, produce como resultado la anarquía espiritual.

La opinión popular ocupa el lugar de la Palabra de Dios, cada uno difiere del otro peleando cada uno contra su hermano, como dice la misma Palabra. Lo cierto es que en estas palabras de Jesús, a él se le ve afuera. Afuera de la puerta. El hecho de que él se encuentra afuera nos di­ce a las claras que una vez estuvo dentro de la Iglesia y que hubo causas que lo desplazaron siendo sustituido por otras cosas que la misma Iglesia absorbió de fuera de tal forma que Jesús quedó relegado a un lugar sin importancia. Una Iglesia sin Cristo no es Iglesia, porque la Iglesia la hace Jesucristo, o está dentro de la iglesia y se le encuentra dentro de la Iglesia o está definitivamen­te fuera de la Iglesia. No hay términos medios.

La pregunta que pudiéramos hacernos en estos momentos es ¿cuáles fueron las causas del desplazamiento de Jesús en la Iglesia de estos últimos tiempos representada por la Iglesia de Laodicea?. Lo primero que vemos es "tibieza espiritual". Esto nos revela un estado de conformidad e indiferencia hacia los valores espirituales de suprema importancia para la vida interna del pueblo de Dios. Descuido de la vida espi­ritual, descuido de la lectura de la Biblia y su estudio, descuido de la oración como medio de comunicación con Dios, descuido de la asistencia a las reuniones de adoración, descuido de la visión misionera; no le importan las almas perdidas, la Iglesia se sume en un espíritu egotista, piensa más en ella, en que nada fal­te para su funcionamiento, pero esto trae como consecuencia "auto­suficiencia y orgullo espiritual llegando a decir: "yo soy rica, y me he enriquecido y no tengo necesidad de nada".

Cuando dentro de la Iglesia faltan todos los factores espirituales que la vitalizan, Iglesia se ve en la ne­cesidad de sustituir el vacío con una serie de actividades de aparente espiritualidad para entretener a las gentes, las cuales a la postre quedan frustradas y decepcionadas al no poder alcanzar los objetivos de su vocación dentro del cuerpo. Pero Jesús deja oír su voz diciendo: 'He aquí yo estoy a la puerta y llamo". El no se ha ido. Aunque él ha sido echado, él todavía sigue a la puer­ta de lo que es posesión suya llamando a tu vida, llamando a la Iglesia, esperando que alguien sensibilice sus oídos espirituales reconozca la voz del que llama y se disponga a permitir que él entre.

Ahora sí, y escucha bien, si eres capaz como Iglesia, o como creyente en particular, de permitir la entrada de Jesús a tu vida, permitiéndole, nuevamente que él ocúpeme el lugar soberano que él merece co­mo dueño y señor, te digo que te prepares a estar dispuesto q que arranque de tu vida toda la ornamentación ficticia y vana que tu has metido dentro; tienes que permitir que, quizás, con el látigo en la mano, vuelque las mesas y limpie el templo para que realmente "su casa sea lo que el quiere que sea "casa de oración". Hay algo muy importan­te que debes saber y es que el nunca ha de forzarte a hacer algo que tu no quieres. La puerta del corazón es como las demás puertas, tiene el cerrojo por dentro. El llama, o le abres voluntariamente para que el tome su lugar, o lo sigues teniendo fuera dando voces al aire pero consechando las consecuencias desastrosas que trae esa actitud.

En esta tarde, ¿por qué no oyes la_voz de Jesús". "Si oyereis hoy su voz no endurezcas tu corazón". Tu permites que él se meta en tu vida y el lo cambia todo, si permites que el entre a tu casa, el lo cambia todo. El es la solución. No busques aguas en las fuentes rotas y secas que te brindan los pantanos de este mundo. Jesucristo es el camino y la fuente de agua que salta para vida eterna.


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