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sábado, 1 de octubre de 2011

JESÚS ES LA LUZ DEL MUNDO


Hay unas palabras hermosas de Jesús, dirigidas a todos, pero muy especialmente a ti, amigo y amiga que me lees estas líneas, con el propósito de hacerte ver la necesidad que tú tienes de volverte a él, o sea a Jesucristo. Él dice: "Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12). Cuando Jesús expresa estas palabras, indiscutible­mente que él trae a su mente al astro rey, a ese sol radiante que ilumi­na y que trae alegría y vitalidad a todo ser viviente. Por otra parte, y para contrastarla con el día, trae a su mente la noche oscura, llena de temores, de limitaciones, de peligros y tropiezos. Son precisamente estas dos figuras las que dominan la mente de Jesús cuando se dirigió a los religiosos de su tiempo para enseñarles algo que ellos ignoraban  y de lo cual dependía su bienestar y salvación. 

Jesucristo se compara a sí mismo y a sus enseñanzas con la luz refulgente del sol. La Biblia dice que él es el Sol de justicia. Y hablando sobre aquellos que lo siguen, aquellos que lo han reconocido en sus vidas y lo obedecen dice: "Vosotros sois la luz del mundo" (Mateo 5:14). El apóstol Pablo escribe: “…en otro tiempo erais tinieblas, más ahora, sois hijos de luz…" (Efesios 5:8).

¿Por qué la Palabra de Dios establece esta comparación con la luz? 

En primer lugar, una de las facultades, quizás la principal, de la luz es disipar las tinieblas. Esto lo podemos experimentar diariamente desde las primeras horas de la mañana, cuando vemos los primeros destellos de claridad anunciándonos que el sol va a salir y paulatinamente la oscuridad se disipa hasta llenarlo todo de refulgencia y alegría. Juan dijo "la luz brilla en las tinieblas". Sin embargo en contraste está la noche. Esa noche que a veces se vuelve tenebrosa y muy especialmente cuando en ocasiones es asaltada por la tempestad, cuando resuenan los truenos y la luz fugaz del rayo refulge para volver nuevamente, todo, a la oscuridad. El testimonio vivo, hablado y práctico, de los seguidores de Jesús alumbra en medio de las tinieblas espirituales en que están sumidos aquellos que no conocen al Señor.

Otra de las cualidades de la luz es traer vida y actividad. Fíjese que Jesús dijo: “el que me sigue,,, tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12). Sin luz, sin la luz del sol, esta tierra no solo se volvería tinieblas, sino que también la vida deja­ría de ser. Este mundo se sumiría en algo desolado, tétrico y aterrador. Cuando pensamos en las palabras de Jesús y lo que él quiso enseñar con ellas, nos damos cuenta que donde hay luz no hay tinieblas, y donde hay luz hay vida. El Señor Jesús comparó la vida del hombre sin Dios, co­mo una noche lóbrega, donde su vida se desarrolla de una forma limita­da y donde su visión espiritual es imperfecta, lo que le impide darse cuenta de las realidades espirituales que le rodean y darse cuenta de su necesidad espiritual. De su necesidad de Dios. Una vida asaltada por peligros de los cuales no tiene escape, una noche de tropiezos, una noche de desorientación, una vida andada a tientas y donde en medio de las tempestades, en ocasiones refulge una luz, que como un rayo de esperanza surge, pero se disipa con la misma rapidez que se produjo. Esa es tu vida según la retrata Jesucristo, el Hijo de Dios, si todavía no has aceptado a Cristo. Sin embargo en medio de tu noche, el sol quiere brillar. Jesucristo es la Luz y él mismo dice: “el que me sigue no andará en tinieblas” (Juan 8:12). Jesucris­to no es la luz del rayo que aparece y desaparece dejándote en las mismas condiciones. Él es la luz que brilla en medio de tus tinieblas para no apagarse jamás, para iluminar tu camino, para orientarte en medio de la incertidumbre dé tu vida desolada, para que no andes más a tientas. Él es el sol de justicia. Algo hermoso y maravilloso que hace Jesucristo en tu vida es convertirte también en una luz. Él quiere convertirte de una lámpara apagada, en una lámpara encendida De esta forma él te ha de utilizar a ti para que otros conozcan a Jesucristo, ayudándolos a salir de sus tinieblas.

Por otra, parte donde hay luz hay vida, alegría, y actividad. La Biblia nos enseña que todo aquél que no conoce a Dios y que no ha tenido una experiencia de salvación con Cristo, "está muerto en delitos y pecados", "está separado de Dios", “está condenado". Solo la luz trae vida. Jesucris­to dice: "Yo soy… la vida" (Juan 11:25), "Yo he venido para que tengáis vida y vida en abundancia" (Juan 10:10). Con su vida, Cristo le da un nuevo sentido a tu existencia, nuevos motivos para vivir, nuevas perspectivas, nueva visión, nuevo ánimo, nuevos deseos de hacer. La luz de la vida produce en el corazón del ser humano la alegría de la luz, de tal modo que este no puede estar quieto o quieta, tiene que hacer, y muy especialmente hacer algo para Jesucristo, algo a favor del prójimo y tiene la necesidad de sentirse útil en medio de la Iglesia, y el medio que lo rodea. ¡Porque Jesucristo en cada creyente es luz, es vida, es gozo, es actividad! Si todavía no has tenido un encuentro con Jesús, tú lo necesitas en tu vida. La lumbre de los rayos fugaces que se presentan en tu noche lo que hacen es engañarte y frustrarte. Deja que la luz permanente de la vida en Cristo ilumine tu alma y todo cambiará en ti, para ti, en medio de ti y para los tuyos.

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