Hay unas palabras hermosas de Jesús, dirigidas a todos, pero muy especialmente
a ti, amigo y amiga que me lees estas líneas, con el propósito de hacerte ver
la necesidad que tú tienes de volverte a él, o sea a Jesucristo. Él dice: "Yo soy la luz del mundo, el
que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12). Cuando Jesús expresa
estas palabras, indiscutiblemente que él trae a su mente al astro rey, a ese
sol radiante que ilumina y que trae alegría y vitalidad a todo ser viviente.
Por otra parte, y para contrastarla con el día, trae a su mente la noche
oscura, llena de temores, de limitaciones, de peligros y tropiezos. Son
precisamente estas dos figuras las que dominan la mente de Jesús cuando se dirigió
a los religiosos de su tiempo para enseñarles algo que ellos ignoraban y de lo cual dependía su bienestar y
salvación.
Jesucristo se compara a sí mismo y a sus enseñanzas con la luz refulgente
del sol. La
Biblia dice que
él es el Sol de justicia. Y hablando sobre aquellos que lo siguen, aquellos que
lo han reconocido en sus vidas y lo obedecen dice: "Vosotros sois la luz del mundo" (Mateo 5:14). El apóstol
Pablo escribe: “…en otro tiempo erais
tinieblas, más ahora, sois hijos de luz…" (Efesios 5:8).
¿Por qué la Palabra de Dios establece esta comparación con la luz?
En primer lugar, una de las facultades, quizás la principal, de la luz es
disipar las tinieblas. Esto lo podemos experimentar diariamente desde las
primeras horas de la mañana, cuando vemos los primeros destellos de claridad
anunciándonos que el sol va a salir y paulatinamente la oscuridad se disipa
hasta llenarlo todo de refulgencia y alegría. Juan dijo "la luz brilla en las tinieblas". Sin embargo en
contraste está la noche. Esa noche que a veces se vuelve tenebrosa y muy
especialmente cuando en ocasiones es asaltada por la tempestad, cuando resuenan
los truenos y la luz fugaz del rayo refulge para volver nuevamente, todo, a la
oscuridad. El testimonio vivo, hablado y práctico, de los seguidores de Jesús
alumbra en medio de las tinieblas espirituales en que están sumidos aquellos
que no conocen al Señor.
Otra de las cualidades de la luz es traer vida y actividad. Fíjese que
Jesús dijo: “el que me sigue,,, tendrá la
luz de la vida" (Juan 8:12). Sin luz, sin la luz del sol, esta tierra
no solo se volvería tinieblas, sino que también la vida dejaría de ser. Este
mundo se sumiría en algo desolado, tétrico y aterrador. Cuando pensamos en las
palabras de Jesús y lo que él quiso enseñar con ellas, nos damos cuenta que
donde hay luz no hay tinieblas, y donde hay luz hay vida. El Señor Jesús
comparó la vida del hombre sin Dios, como una noche lóbrega, donde su vida se
desarrolla de una forma limitada y donde su visión espiritual es imperfecta,
lo que le impide darse cuenta de las realidades espirituales que le rodean y darse
cuenta de su necesidad espiritual. De su necesidad de Dios. Una vida asaltada
por peligros de los cuales no tiene escape, una noche de tropiezos, una noche
de desorientación, una vida andada a tientas y donde en medio de las
tempestades, en ocasiones refulge una luz, que como un rayo de esperanza surge,
pero se disipa con la misma rapidez que se produjo. Esa es tu vida según la
retrata Jesucristo, el Hijo de Dios, si todavía no has aceptado a Cristo. Sin
embargo en medio de tu noche, el sol quiere brillar. Jesucristo es la
Luz y él mismo
dice: “el que me sigue no andará en
tinieblas” (Juan 8:12). Jesucristo no es la luz del rayo que aparece y
desaparece dejándote en las mismas condiciones. Él es la luz que brilla en
medio de tus tinieblas para no apagarse jamás, para iluminar tu camino, para
orientarte en medio de la incertidumbre dé tu vida desolada, para que no andes más
a tientas. Él es el sol de justicia. Algo hermoso y maravilloso que hace
Jesucristo en tu vida es convertirte también en una luz. Él quiere convertirte
de una lámpara apagada, en una lámpara encendida De esta forma él te ha de
utilizar a ti para que otros conozcan a Jesucristo, ayudándolos a salir de sus
tinieblas.
Por otra, parte donde hay luz hay vida, alegría, y actividad. La
Biblia nos
enseña que todo aquél que no conoce a Dios y que no ha tenido una experiencia
de salvación con Cristo, "está
muerto en delitos y pecados", "está separado de Dios", “está
condenado". Solo la luz trae vida. Jesucristo dice: "Yo soy… la vida" (Juan 11:25),
"Yo he venido para que tengáis vida
y vida en abundancia" (Juan 10:10). Con su vida, Cristo le da un nuevo
sentido a tu existencia, nuevos motivos para vivir, nuevas perspectivas, nueva
visión, nuevo ánimo, nuevos deseos de hacer. La luz de la vida produce en el
corazón del ser humano la alegría de la luz, de tal modo que este no puede
estar quieto o quieta, tiene que hacer, y muy especialmente hacer algo para
Jesucristo, algo a favor del prójimo y tiene la necesidad de sentirse útil en
medio de la
Iglesia , y el medio que lo rodea. ¡Porque Jesucristo en cada
creyente es luz, es vida, es gozo, es actividad! Si todavía no has tenido un
encuentro con Jesús, tú lo necesitas en tu vida. La lumbre de los rayos fugaces
que se presentan en tu noche lo que hacen es engañarte y frustrarte. Deja que
la luz permanente de la vida en Cristo ilumine tu alma y todo cambiará en ti,
para ti, en medio de ti y para los tuyos.
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