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viernes, 30 de septiembre de 2011

COMO HIJOS OBEDIENTES


Apreciados oyentes en el día martes y jueves estuvimos charlando sobre el tema del arrepentimiento y la fe como los dos pilares sobre los cuales se apoya el hombre para alcanzar la gracia salvadora de Dios. El arrepentimiento lo vimos como el medio que remueve el pecado entre el hombre y Dios y la fe como el brazo que se extendía para tomar de Dios el perdón y la salvación como regalos exclusivos de Él para el pecador. Siendo perdonados Dios nos levanta a la condición de hijos y el se constituye en nuestro Padre. El nos pone en capacidad de decirle "padre nuestro”.


Ahora bien, en esta mañana quiero charlar contigo sobre otro aspecto de suma importancia. Ahora, no tanto para recibir, sino para mantener buenas relaciones con Dios al cual has constituido como Padre. El Apóstol Pedro nos dice en su primera Epístola Cap. 1:13-15: "Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo fuere manifestado; como hijos obedientes, no os con­forméis a los deseos que teníais antes estando en vuestra ignorancia, sino como aquel que os llamo es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”
En estas palabra del Apóstol resaltan dos aspectos muy importantes:
1ro. El factor obediencia de parte de los hijos de Dios, 2do. Los resultados gloriosos del ejercicio de la obediencia en los hijos de Dios o sea una vida de santidad ante su presencia.

Analicemos el primer aspecto: LA OBEDIENCIA COMO MEDIO PARA MATENER BUENAS RELACIONES CON DIOS.
Si leemos y estudiamos detenidamente la Biblia, nos damos cuenta que ella está llena de exhortaciones para que el hombre obedezca a Dios. Resalta el fracaso del hombre por su desobediencia pero a la vez resalta el triunfo de este cuando es capaz de obedecer. La obediencia del hombre hacia Dios está vinculada de una forma inseparable de la voluntad de Dios. Podemos definir la voluntad de Dios como los propósitos, planes, designios y leyes que Dios tiene para y con el hombre. Quiere decir, que debe y tiene que haber un acople perfecto entre la voluntad del hombre y la voluntad de Dios para que el ser humano pueda experimentar, plena y completa armonía interna.
Jesús dijo en su oración modelo, más conocida por el Padre Nuestro: "Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra". Jesús toma como modelo de obediencia para nosotros la obediencia de los se­res angelicales de los cuales dice el Salmo 103:20: "Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra obedeciendo la voz de su precepto". La obediencia de los ángeles está acondicionada al conocimiento de la Palabra de Dios y de sus preceptos, lo que los pone en capacidad de poder hacer su voluntad.
Aplicando el ejemplo de Jesús a nosotros los hombres podemos decir que nadie puede hacer la voluntad de Dios si desconoce Su voluntad,
diríamos más, es completamente imposible obedecer a Dios si desconoce cual es su voluntad. Dios no paso por alto revelar su vo­luntad al hombre, por lo cual él nos ha legado la Biblia. En ella esta escrita y revelada su voluntad y sobre nosotros los seres humanos recae la responsabilidad de indagar en su Palabra qué es lo que él nos exige que hagamos, en qué quiere él que le obedezcamos. Si nos consi­deramos Hijos de Dios, él espera obediencia de nuestra parte.

E1 segundo aspecto a considerar es: ¿CUÁLES SON LOS RESULTADOS DE UNA VIDA DE OBEDIENCIA. El mismo Pedro nos lo enseña: "No os s conforméis a los deseos que teníais antes, estando en vuestra ignorancia, sino como aquel que os llamo es santo, sed también santos en toda vuestra manera de vivir". O sea, la vida de obediencia a Dios produce una vida de santidad delante de Dios. Una vida santa es urna vida limpia, pura, sin mancha. Una vida santa implica, por una parte el apartamiento del hombre de todo aquello que Dios considera pecado y que perjudican a sus hijos, y por la otra parte implica dedicación a él, a su obra.

En lo que respecta a nuestras relaciones con Díos implica la complacencia de Dios por nuestras vidas, de tal forma que bien pudiéramos aplicar las palabras de Dios a su Hijo Jesús en el el memento de su bautismo: “Este es mi Hijo amado en el cual tengo complacencia", y en lo que respecta a nosotros, la obediencia produce un estado de bienestar y felicidad no producido por nada ni por nadie en este mundo. La vida del hijo de Dios es una vida de ejercicio cons­tante de la voluntad de su Padre. Complaciendo al Padre y sintiéndose feliz él mismo.
Amado hermano, a ti, que has comenzado a dar tus primeros pasos en la vida cristiana, te invito a que allí, al lado de tu radio hagas esta oración conmigo, Dios quiere ayuarte a obedecer, El no te va a dejar solo ni te va a defraudar. Toma por la fe, en esta mañana la mano de Dios y haz esta oración:……

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