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viernes, 30 de septiembre de 2011

LAS DOS RELIGIONES UNIVERSALES

"LAS DOS RELIGIONES UNIVERSALES, LA DEL “HAGO” Y LA DEL "NO HAGO""

Guando se les presenta el evangelio a las gentes es muy común oír dos respuestas que divide el mundo religioso de cualquier tendencia y con el propósito de excusar su rechazo al mensaje: "Yo hago el bien a todo aquel que puedo" y "Yo no hago mal a nadie". Si bien estas dos posiciones no parecen tener nada malo, sin embargo se han constituido en las dos grandes barreras entre el hombre y Dios, impidiéndole a éste hacer algo efectivo a favor de ellos. El problema estriba en que el nombre, mísera criatura, no ha entendido todavía el valor relativo de su moneda: la obras. La devaluación de ella llegó al extremo que, aunque viviera cien­tos de vida para hacerlas o dejar de hacerlas, ellas no bastarían para po­der "comprarle a Dios" la salvación que cree merecer.
Desde tiempos primitivos el hombre ha apelado a ellas con el pro­pósito de evadir su responsabilidad moral ante Dios, rechazar el camino de fe prescripto por el Señor para establecer su propio camino y manera de acercarse a su Creador.
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Si analizamos las dos posiciones notaremos lo siguiente: El grupo que se justifica diciendo "yo hago..." incurren en un gran error; Ellos no solamente hacen cosas muy buenas y loables ante los ojos del mundo, pe­ro como pecadores, al fin, hacen también muchas cosas malas que si fue­ran puestas a la luz sentirían el reproche universal sobre sus actos. Es­tas cosas malas son, precisamente, las que ponen de relieve su naturaleza contaminada y su tendencia de continuo al mal, condición que lo separan de Dios y lo condenan ante Él.
Analicemos el otro grupo, el que dice "yo no hago mal". Es verdad que ellos son incapaces de hacer nada malo a su prójimo, actitud que po­demos entenderla como loable, pero ellos tienen una falla: tampoco son capaces de hacer algo bueno a favor de su prójimo. Su corazón está cerra­do a la necesidad que le rodea, vive indiferente y egoístamente. Es una religión muy moralista pero despojada de amor, justicia y misericordia. Esta posición, pues, es tan deplorable ante Dios como la anterior.
Si analizamos la Biblia ella nos revela, en primer lugar, la verdadera naturaleza del hombre, en segundo lugar el plan ideal para la salvación de este y en tercer lugar los resultados o frutos como consecuen­cia de de la realidad de esa experiencia en la vida de él.
Dios le dice al hombre: "Por cuanto todos pecaron y están destitui­dos le la gloria de Dios" (Romanos 3:23). "Por gracia sois salvos, por medio de la fe, y esto no de vosotros, pués es un don de Dios, no por obras para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9). "S1 decimos que no te­nemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros" (Juan 1:3); por lo cual estas dos religiones universales que­dan descalificadas, como medio de salvación, ante Dios.
?Cuál es el plan de Dios?. El plan de Dios es completamente diferen­te al del hombre; diríamos más, se opone a él. A la vez que Dios estable­ce la fe en Jesucristo como medio de salvación. Declarando que esta se obtiene "gratuitamente por su gracia" (Romanos 3:24). Es nuestra fe en el sacrificio expiatorio de Jesucristo lo que produce la salvación del alma y lo que nos hace aceptos ante Dios.
La religión de fe tiene una particularidad que no tiene la religión de obras. La fe se convierte en el brazo que se extiende para tomar de Dios y para el hombre la promesa de salvación, y se constituye, a la vez, en la fuerza
motriz y fuente vital que hace que el hombre viva para Dios y para su prójimo, “Mas el Justo por su fe vivirá". La Vida de fe nos impele a obrar y la Biblia nos enseña que "abundemos en buenas obras"; pero ahora nuestro obrar no va encaminado a comprar una salvación comprada sino a dar manifestación de la gratitud que sentimos hacia Dios por el Don y la Gracia manifestada en Cristo a nuestro favor.
Note que la fe es siempre precedente. Solo cuando el hombre invierte los
factores hace que, estos dos elementos importantes y necesario
para la vida, "fe" y "obras", pierdan su verdadero objetivo, significado, aplicación y virtud. Además, introduce al hombre en un laberinto de confusión impidiendo a Dios hacer algo por él. Como alguien dijo: No es lo mismo obrar para ser salvos que obrar porque somos salvos"

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