La Iglesia de Jesucristo, a
través de su Historia, ha tenido etapas en que se ha visto enfrentada al
desafío de definir sus principios a pesar de la hostilidad de un mundo que no
conoce a Dios. Creemos que, dentro de la humanidad sin Dios, se ha producido a
través de la historia un proceso de degeneración espiritual y moral, donde los
principios cristianos han chocado de lleno contra corrientes extremadamente
liberales del mundo en que se ha movido y que en ocasiones ha implicado la
crítica, la persecución y hasta la muerte de muchos cristianos.
Como
ejemplo de algunos principios que han sido degenerados por un mundo que no
tiene conocimiento de Dios, tenemos la relajación del concepto del matrimonio,
desembocando en el divorcio, el aborto, el matrimonio gay, y ahora, como
modalidad institucional, leyes que avalan todas esas prácticas que son
aberrantes, nocivas y sobre todo abominables delante de la presencia de Dios.
¿Nos
extrañamos acaso cuando se desata el juicio de Dios sobre las naciones que han
caído en esta trampa del diablo avalando esta condición?. No pensemos que Dios
puede bendecir un país cuyo gobierno dicta leyes que atentan de lleno contra la
santidad de Dios. No pensemos que Dios va a pasar por alto semejante
profanación. Irrevocablemente: “La ira de Dios se revela desde el cielo contra
toda impiedad e injusticia de los hombre que detienen con injusticia la verdad”
(Romanos 1:18)
Como en
estos últimos años la homosexualidad se ha ido institucionalizando y de a poco
ha ido perneando la sociedad, a tal extremo que esta práctica se ve como algo
normal; como vemos que por todos los medios de comunicación masivos se
promueve, se avala, se le hace propaganda a esta práctica; como vemos que esta
práctica se hace pública en las calles permitiéndose como algo natural; como
vemos que aún los gobiernos han dictado leyes a favor de esta práctica llegando
al extremo de legalizar el matrimonio homosexual, es necesario que, como
Iglesia, definamos nuestra posición y a la vez demos la solución que la
Iglesia tiene al
respecto.
Antes que
nada, diremos que Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador. Dentro de las
prácticas pecaminosas que Dios enlista en su Palabra está el pecado de la
homosexualidad, sin embargo algo que resalta la
Biblia es su
amor por la persona homosexual, incluyéndolo dentro de su plan salvífico,
dándole la oportunidad para al cambio y la salvación si, como cualquier otro
pecador, se arrepiente y permite que Dios cambie su vida.
Podemos
decir que Dios no discrimina al homosexual, no lo excluye de la posibilidad de
cambio, transformación, de salvación. Pero sí declaramos que, el homosexual, al
igual que cualquier otro pecador, necesita arrepentimiento y cambio. La
homosexualidad es un pecado que, como el robo, la mentira, el adulterio, etc.
necesita ser perdonado por Dios y el homosexual necesita ser transformado por
el poder Dios.
Esto nos
lleva también a definir cuál debe ser la actitud de la
Iglesia ante la
persona del homosexual que llega necesitado de Dios. ¿Qué vamos a hacer con
ellos? ¿Cuál va a ser nuestra reacción ante su persona? ¿Qué le vamos a decir?
¿Qué espíritu nos debe inspirar en el trato con ellos?
La Iglesia
debe estar preparada, con un ministerio especial para estos casos. De igual
forma que dentro de la
Iglesia tenemos
ministerios especiales, personas capacitadas para tratar a los drogadictos, es
necesario que la
Iglesia tenga un
equipo de profesionales cristianos capacitados para ayudar espiritualmente,
sicológicamente y proveer el apoyo necesario a estas personas que necesitan
ayuda para superar ese estado.
Ellos
también son vidas que necesitan que alguien los ayude y esa ayuda la van a
tener en una Iglesia llena del amor de Dios, comprensión situacional y con la
paciencia necesaria para dar solución definitiva a la problemática de esas
personas. Es la
Iglesia la que
les debe proveer el marco de contención y los mecanismos concretos para evitar
reincidencias y futuras caídas.
Ahora
bien, no podemos pasar por alto la enseñanza bíblica sobre las cuales debe basarse
toda la labor relativa a estos tipos de casos. El la
Palabra la que
nos va a definir la naturaleza, las consecuencias y la solución para ellos.
En primer
lugar vamos a definir qué es el homosexualismo. Usaremos la información
extraída de Wikipedia:
“La
homosexualidad es una orientación sexual y se define como la interacción o
atracción sexual, emocional, sentimental y afectiva hacia individuos del mismo
sexo".1 "Etimológicamente, la palabra homosexual es un híbrido del
griego homós (que en realidad significa igual y no, como podría creerse,
derivado del sustantivo latino homo, que quiere decir hombre) y del adjetivo
latino sexualis, lo que sugiere una relación sexual y sentimental entre
personas del mismo sexo, incluido el lesbianismo".
"A
pesar de que el término gay (que en inglés clásico significa alegre) suele
emplearse para referirse a los hombres homosexuales y el término lesbiana para
referirse a las mujeres homosexuales, gay es un adjetivo o sustantivo que
identifica a las personas homosexuales sin importar su género. Desde 1973 la
comunidad científica internacional considera que la homosexualidad no es una
enfermedad. Sin embargo, la situación legal y social de la gente que se
autodenomina homosexual varía mucho de un país a otro y frecuentemente es
objeto de polémicas.
"El
término homosexual fue empleado por primera vez en 1869 por Karl-Maria
Kertbeny, y el libro Psychopathia
Sexualis de Richard Freiherr
von Krafft-Ebing popularizó el concepto en 1886. Desde entonces, la homosexualidad
se ha convertido en objeto de intenso estudio y debate: inicialmente se
catalogó como una enfermedad, trastorno o patología que había que curar, pero
actualmente se entiende como parte integral necesaria para comprender la
biología, psicología, política, genética, historia y variaciones culturales de
las identidades y prácticas sexuales de los seres humanos”.
La
definición anterior nos da las pautas para incluir dentro de la condición de
homosexual, tanto al hombre como a la mujer, ya que a los dos les caracteriza
la misma condición y la misma situación. Desde esta perspectiva analicemos las
bases bíblicas para declarar a la homosexualidad como una degeneración y
perversión sexual, sea por las causas que fuere.
La Biblia
nos da un panorama del proyecto original del matrimonio. Cuando Dios crea al
hombre los hizo, de una forma diferente pero dependientes, una creación de la
otra. Dios no hizo dos hombres y una mujer, tampoco hizo dos mujeres y un solo
hombre, mucho menos dos mujeres o dos hombres para unirlos en matrimonio. Hizo
un hombre y una mujer. Hizo dos sexos: el masculino y el femenino. A través de
la historia del hombre se ha preservado, básica y mayoritariamente, este
formato de: dos sexos diferentes que se complementan para la perpetuidad de la
especie humana. La unión sexual de dos hombres no reproducen otro ser humano;
la unión sexual de dos mujeres no reproducen otro ser humano. Solo la unión de
los dos sexos diferentes, el masculino y el femenino son los capaces de
reproducir y perpetuar la especie humana.
Esto nos
lleva a razonar, lógicamente que, lo que se aparte del formato heterosexual del
matrimonio es una distorsión y una aberración de la práctica sexual. De igual
forma, todo lo que se aparte del formato original y heterosexual del uso del
sexo es antinatural y por consiguiente, contra el designio y propósito de Dios,
por lo que se constituye en un pecado que Dios rechaza y abomina.
En el
mismo orden está el pecado de adulterio. Sabido es de todos que el cristianismo
no aprueba el adulterio. Mas bien lo combate y públicamente se enseña contra
esa práctica. Y así con los diferentes pecados que la
Biblia señala.
Hasta ahora ningún a ningún adúltero le ha dado la idea de defender sus
derechos de adúlteros, tampoco que se reconozca un status de adúltero. No los
vemos con pancartas en las calles haciendo reclamaciones sociales, ni gobiernos
haciendo leyes reconociendo el derecho el derecho de las mujeres a tener dos o
tres maridos u hombres con derecho a tener dos o tres mujeres. Solo en algunas
sociedades y culturas esta permitido al hombre tener mas de una esposa, pero
sin embargo a la mujer que tenga dos o mas maridos, se le condena y apedrea.
Sin
embargo, la
Iglesia ha
condenado públicamente este tipo de pecado y todo el mundo lo ve como normal,
sin embargo, cuando condena públicamente el pecado de la homosexualidad, se
cataloga a la
Iglesia como
discriminadora y anacrónica. En estos momentos hay países que no solo han
aprobado con sus leyes el matrimonio homosexual, sino que hay leyes que
prohíben criticar y enseñar públicamente contra este acto pecaminoso y esas
mismas leyes condenan a aquellos que se atreven a cuestionarlo, incluyendo a la
Iglesia.
Todo esto
es parte de una sociedad en un proceso de decadencia y degeneración galopante.
La filosofía hedonista está tomando de una forma práctica lugar en la conducta
de los hombres, de tal forma que el concepto de bueno y malo está disuelto en
la nebulosa de la conveniencia y del placer, antes que en los preceptos morales
de Dios.
La Biblia
nos enseña que, lamentablemente, el matrimonio, como institución ha sido
desvalorizado después de la caída del hombre. Una de las primeras
manifestaciones de esta desvalorización y deformación de esta institución
divina fue el pecado de la poligamia. Desde los primeros albores de la sociedad
hay manifestaciones de esta práctica que todavía perdura y muy especialmente en
algunas culturas orientales y dentro de algunas culturas indígenas.
La primera
mención del pecado de la homosexualidad la vemos en el juicio que se efectúa
sobre Sodoma, Gomorra y ciudades aledañas, producto del pecado de
homosexualidad. Dios se le aparece a Lot que, junto con su familia estuvieron
habitando en Sodoma producto de una mala elección. Dios había decidido enviar
juicio sobre aquellas ciudades por las abominaciones sexuales que se producían
en medio de ellos. Dios le ordena a Lot que saliera para que evitara el juicio.
Cuando los mensajeros de Dios van a avisar a Lot por el juicio que se
avecinaba, los hombres de la ciudad salieron al encuentro de ellos estando
posando en casa de Lot. La
Biblia dice
literalmente: “Antes que se acostaran, rodeando los hombres de la ciudad, los
varones de Sodoma, todo el pueblo, desde el mas joven hasta el mas viejo.
Llamaron a Lot, gritando: ¿Dónde están los hombres que han venido a ti esta
noche?. Sácalos para que los conozcamos (tengamos relaciones íntimas con
ellos). Entonces Lot salió a ellas a la puerta, cerró la puerta tras sí y dijo:
__ Os ruego, hermanos míos, que no hagáis tal maldad. Mirad, yo tengo dos hijas
que no han conocido varón; os las traeré y podréis hacer con ellas lo que bien
os plazca; solamente que a estos varones no les hagáis nada, ya que han venido
al amparo de mi tejado” (Génesis 19).
Sobre este
incidente Judas expresa: “También Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las
cuales de la misma manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de
vicios contra la naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo
del fuego eterno” (v. 7). Y Pedro, en su segunda epístola, describe la
naturaleza de los hechos de estas ciudades diciendo: “También condenó por
destrucción a las ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a ceniza y
poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir limpiamente. Pero libró al
justo Lot, abrumado por la conducta pervertida de los malvados, (pues este
justo, que habitaba entre ellos, afligía cada día su alma justa viendo y oyendo
los hechos inicuos de ellos” (2:2-8)
¿Fue
injusto Dios al enviar castigo a esas naciones? NO. En primer lugar manifestó
su amor y misericordia a esas ciudades dándoles la oportunidad de
arrepentimiento. Por una parte tenían el testimonio del “justo Lot” y por otra
parte, escuchó el clamor de Abraham, quién intercedió a favor de ellos para
evitar el juicio de Dios sobre ellos, pero no había ni aún uno que fuera digno
de absolución (Génesis 18:16-33).
Dios es el
Legislador del Universo. Dios es el juez que demanda obediencia a las leyes
establecidas por Él. La infracción de cualquiera de sus leyes demandan justo
castigo, pero antes del juicio, Dios, en su amor y misericordia levanta una voz
profética para amonestar y exhortar al arrepentimiento. “El se duele del
castigo” pero en su justicia perfecta no pasa por alto el pecado. El castigo
sobre Sodoma y Gomorra no es mas que la desaprobación de Dios sobre el pecado
de la homosexualidad. Gomorra quedó como ejemplo histórico de la opinión de
Dios al respecto. En la actualidad esa práctica ha llegado con el nombre de
sodomía; práctica aberrante que desnaturaliza al ser humano y lo expone al
juicio de Dios (véase: Isaías 1:10; Ezequiel 16:44-52; Amós 4:11; Apocalipsis
11:8). Jesús hizo alusión al pecado de estas ciudades como ejemplo de la
condición del mundo en los días finales diciendo: “Así mismo, como sucedió en
los dias de Lot, cuando comían bebían, compraban, vendían, plantaban,
edificaban; pero el dia en que salió Lot de Gomorra, llovió del cielo fuego y
azufre y los destruyó a todos. Así será el día en que el hijo del hombre se manifieste”
(Lucas 17:28-30).
Mas tarde,
cuando Dios le da a Moisés leyes morales precisas que habrían de regir la
conducta moral del pueblo le ordena: “No
te acostarás con varón como con mujer; es abominación” (Levítico 18:22; léase también vs. 23
al 30). En Levítico 20:13, Dios reitera este mandamiento: “Si alguien se acuesta con otro
hombre como se hace con una mujer; abominación hicieron; ambos han de ser
muertos; sobre ellos caerá su sangre”.
Estos
versículos nos muestran que la homosexualidad no es una práctica de los tiempos
modernos. Desde los tiempos remotos de la historia este pecado viene siendo
practicado por las naciones paganas y por gentes de toda condición social, pero
a la vez nos muestra el rechazo rotundo de Dios a tales personas e implicando
juicio sobre el pecador. Para Su pueblo Dios tiene una vida diferente, una vida
santa y llena de bendiciones que desplazan toda obra perversa de sus hijos.
El Nuevo
Testamento retoma la enseñanza del Antiguo. Jesús toma como ejemplo de nación
pecadora a Sodoma para ejemplificar la condición pecaminosa de estos últimos
tiempos en que estamos viviendo. No nos debe extrañar la condición moral del
mundo actual. Ya estaba previsto predicho por Jesucristo. Jesús condenó al
homosexualismo, pero vino a morir por el homosexual. Inclusive, atenuó el rigor
del castigo sobre Sodoma comparándolo con el pecado de rechazarlo a él. (Mateo
10:15; 11:24; Lucas 10:12;17:29).
Pablo es
fuerte cuando habla de este tema. El vivó bajo la cultura de un impero
altamente inmoral. Hombres, mujeres, ricos y pobres, emperadores y
emperatrices, estaban sumidos en la mas abyecta condición moral. Las fiestas
bacanales, el culto al sexo, las vírgenes vestales, las sacerdotisas y
sacerdotes que dirigían el culto imperial, no eran mas que orgías sexuales,
borracheras empedernidas, donde ocurrían todo tipo de pecados aberrantes. Esta
situación la tenía presente el apóstol Pablo cuando decía: “Nadie os engañe con palabras
vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de
desobediencia. No seáis participantes con ellos; porque en otro tiempo erais
tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz….
Comprobando lo que es agradable al Señor, y no participéis en las obras
infructuosas de las tinieblas, sino mas buen reprendedlas, porque vergonzoso es
aún hablar de lo que ellos hacen en secreto. Más, todas las cosas son puestas
en evidencia por la luz, porque son hechas manifiestas, porque la luz es lo que
manifiesta todo…” (Léase:
Efesios 5:1-13).
El mismo
Pablo, escribiendo a los Romanos en el capítulo 1:18-31 usa palabras fortísimas
contra el pecado de la homosexualidad. Entre otras cosas, dice que estas
personas “se envanecieron en
sus propios razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido”, “deshonraron sus propios cuerpos”, “se hicieron necios”, "sus mujeres cambiaron las
relaciones naturales por las que van contra la naturaleza”, “del mismo modo, también los
hombres, dejando la relación natural con la mujer, se encendieron en su
lascivia hombres con hombres, cometiendo hechos vergonzosos hombres con
hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío…”, “estos, aunque conocen el juicio de
Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las
hacen, sino que se complacen con los que las practican”.
Leamos lo
que Dios manifiesta a través de Su Palabra y a través del Apóstol Pablo: “¿No
sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?. No os engañéis: ni los
fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los
homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
maldicientes, ni los estafadores heredarán el reino de Dios” (1 Corintios
6:9-10).
Quizás
algunos aleguen que muchos de los homosexuales se conducen así por causas de
alteraciones hormonales, crianza afeminada, problemas sicológicos, problemas
familiares, etc, etc. Dios no hace ninguna salvedad. Sean las causas que fueren
las que produzcan ese tipo de conducta, cada uno es responsable ante Dios de
rectificar su camino y encontrar en Dios la solución de su problemática. La
misma regla se aplica a los ladrones, a los borrachos, a los maldicientes, a
los estafadores, etc., etc. El evangelio es poder de Dios para salvar y
transformar a las personas, cualquiera que sea su mal moral. La
Iglesia tiene en
sus manos la solución, y el mismo Pablo, para culminar sus palabras anteriores
admite que, dentro de la
Iglesia , algunos de los creyentes tenían estos defectos, pero
Dios los había cambiado. Dice Pablo: “Y esto erais algunos de vosotros, pero ya
habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados,
en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios
6:11).
Podemos
declarar que para el pecador hay perdón en Cristo. Que el pecador puede ser
cambiado por el poder de Dios. No importa el pecado que sea. Dios ama al
pecador. La
Biblia dice que
“todos somos pecadores delante de Dios” y dentro de los pecadores están, al
igual que todos, incluidos los homosexuales. Dése cuenta que el pecado de la
homosexualidad no se trata con un caso aparte ni discriminativo; está contenido
dentro de una lista de pecados de todo tipo. El pecado es pecado como quiera
que se manifieste. El juicio de Dios no se manifiesta sobre el homosexual, cae
sobre el pecador no arrepentido sea quien sea. Pero Cristo murió por el pecador
dentro de los cuales también están los homosexuales y en definitiva, en el día
del juicio Dios no va a preguntar qué hiciste en tu vida sino qué hiciste con
la solución provista por Dios: JESUCRISTO.
Concluimos,
pues, que el homosexualismo se aparta del diseño de Dios para el matrimonio.
Que la unión de dos homosexuales no es un matrimonio sino un ayuntamiento, por
lo tanto no aceptamos como normal esta condición y no estamos de acuerdo con
las leyes que legalizan el ayuntamiento de sexos iguales, por ser un peligro
para las futuras generaciones.
Sin embargo, a pesar de las implicaciones que
tiene el hecho de mantener los principios Bíblicos cristianos lo mas puro que
pueda, La
Iglesia , como institución colocada por Dios para ser “sal y
luz”, no puede evadir la responsabilidad de definir su posición, aun cuando
todo esto implique su ostracismo social. Nuestra responsabilidad es ante Dios,
no ante los hombres. En este punto bien se puede aplicar el principio
apostólico: “es necesario obedecer a Dios ante que a los hombres”.
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