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viernes, 30 de septiembre de 2011

EL MATRIMONIO GAY


La Iglesia de Jesucristo, a través de su Historia, ha tenido etapas en que se ha visto enfrentada al desafío de definir sus principios a pesar de la hostilidad de un mundo que no conoce a Dios. Creemos que, dentro de la humanidad sin Dios, se ha producido a través de la historia un proceso de degeneración espiritual y moral, donde los principios cristianos han chocado de lleno contra corrientes extremadamente liberales del mundo en que se ha movido y que en ocasiones ha implicado la crítica, la persecución y hasta la muerte de muchos cristianos.

Como ejemplo de algunos principios que han sido degenerados por un mundo que no tiene conocimiento de Dios, tenemos la relajación del concepto del matrimonio, desembocando en el divorcio, el aborto, el matrimonio gay, y ahora, como modalidad institucional, leyes que avalan todas esas prácticas que son aberrantes, nocivas y sobre todo abominables delante de la presencia de Dios.

¿Nos extrañamos acaso cuando se desata el juicio de Dios sobre las naciones que han caído en esta trampa del diablo avalando esta condición?. No pensemos que Dios puede bendecir un país cuyo gobierno dicta leyes que atentan de lleno contra la santidad de Dios. No pensemos que Dios va a pasar por alto semejante profanación. Irrevocablemente: “La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombre que detienen con injusticia la verdad” (Romanos 1:18)

Como en estos últimos años la homosexualidad se ha ido institucionalizando y de a poco ha ido perneando la sociedad, a tal extremo que esta práctica se ve como algo normal; como vemos que por todos los medios de comunicación masivos se promueve, se avala, se le hace propaganda a esta práctica; como vemos que esta práctica se hace pública en las calles permitiéndose como algo natural; como vemos que aún los gobiernos han dictado leyes a favor de esta práctica llegando al extremo de legalizar el matrimonio homosexual, es necesario que, como Iglesia, definamos nuestra posición y a la vez demos la solución que la Iglesia tiene al respecto.

Antes que nada, diremos que Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador. Dentro de las prácticas pecaminosas que Dios enlista en su Palabra está el pecado de la homosexualidad, sin embargo algo que resalta la Biblia es su amor por la persona homosexual, incluyéndolo dentro de su plan salvífico, dándole la oportunidad para al cambio y la salvación si, como cualquier otro pecador, se arrepiente y permite que Dios cambie su vida.

Podemos decir que Dios no discrimina al homosexual, no lo excluye de la posibilidad de cambio, transformación, de salvación. Pero sí declaramos que, el homosexual, al igual que cualquier otro pecador, necesita arrepentimiento y cambio. La homosexualidad es un pecado que, como el robo, la mentira, el adulterio, etc. necesita ser perdonado por Dios y el homosexual necesita ser transformado por el poder Dios.

Esto nos lleva también a definir cuál debe ser la actitud de la Iglesia ante la persona del homosexual que llega necesitado de Dios. ¿Qué vamos a hacer con ellos? ¿Cuál va a ser nuestra reacción ante su persona? ¿Qué le vamos a decir? ¿Qué espíritu nos debe inspirar en el trato con ellos?

La Iglesia debe estar preparada, con un ministerio especial para estos casos. De igual forma que dentro de la Iglesia tenemos ministerios especiales, personas capacitadas para tratar a los drogadictos, es necesario que la Iglesia tenga un equipo de profesionales cristianos capacitados para ayudar espiritualmente, sicológicamente y proveer el apoyo necesario a estas personas que necesitan ayuda para superar ese estado.

Ellos también son vidas que necesitan que alguien los ayude y esa ayuda la van a tener en una Iglesia llena del amor de Dios, comprensión situacional y con la paciencia necesaria para dar solución definitiva a la problemática de esas personas. Es la Iglesia la que les debe proveer el marco de contención y los mecanismos concretos para evitar reincidencias y futuras caídas.

Ahora bien, no podemos pasar por alto la enseñanza bíblica sobre las cuales debe basarse toda la labor relativa a estos tipos de casos. El la Palabra la que nos va a definir la naturaleza, las consecuencias y la solución para ellos.

En primer lugar vamos a definir qué es el homosexualismo. Usaremos la información extraída de Wikipedia:

“La homosexualidad es una orientación sexual y se define como la interacción o atracción sexual, emocional, sentimental y afectiva hacia individuos del mismo sexo".1 "Etimológicamente, la palabra homosexual es un híbrido del griego homós (que en realidad significa igual y no, como podría creerse, derivado del sustantivo latino homo, que quiere decir hombre) y del adjetivo latino sexualis, lo que sugiere una relación sexual y sentimental entre personas del mismo sexo, incluido el lesbianismo". 

"A pesar de que el término gay (que en inglés clásico significa alegre) suele emplearse para referirse a los hombres homosexuales y el término lesbiana para referirse a las mujeres homosexuales, gay es un adjetivo o sustantivo que identifica a las personas homosexuales sin importar su género. Desde 1973 la comunidad científica internacional considera que la homosexualidad no es una enfermedad. Sin embargo, la situación legal y social de la gente que se autodenomina homosexual varía mucho de un país a otro y frecuentemente es objeto de polémicas.

"El término homosexual fue empleado por primera vez en 1869 por Karl-Maria Kertbeny, y el libro Psychopathia Sexualis de Richard Freiherr von Krafft-Ebing popularizó el concepto en 1886. Desde entonces, la homosexualidad se ha convertido en objeto de intenso estudio y debate: inicialmente se catalogó como una enfermedad, trastorno o patología que había que curar, pero actualmente se entiende como parte integral necesaria para comprender la biología, psicología, política, genética, historia y variaciones culturales de las identidades y prácticas sexuales de los seres humanos”.

La definición anterior nos da las pautas para incluir dentro de la condición de homosexual, tanto al hombre como a la mujer, ya que a los dos les caracteriza la misma condición y la misma situación. Desde esta perspectiva analicemos las bases bíblicas para declarar a la homosexualidad como una degeneración y perversión sexual, sea por las causas que fuere.
La Biblia nos da un panorama del proyecto original del matrimonio. Cuando Dios crea al hombre los hizo, de una forma diferente pero dependientes, una creación de la otra. Dios no hizo dos hombres y una mujer, tampoco hizo dos mujeres y un solo hombre, mucho menos dos mujeres o dos hombres para unirlos en matrimonio. Hizo un hombre y una mujer. Hizo dos sexos: el masculino y el femenino. A través de la historia del hombre se ha preservado, básica y mayoritariamente, este formato de: dos sexos diferentes que se complementan para la perpetuidad de la especie humana. La unión sexual de dos hombres no reproducen otro ser humano; la unión sexual de dos mujeres no reproducen otro ser humano. Solo la unión de los dos sexos diferentes, el masculino y el femenino son los capaces de reproducir y perpetuar la especie humana.

Esto nos lleva a razonar, lógicamente que, lo que se aparte del formato heterosexual del matrimonio es una distorsión y una aberración de la práctica sexual. De igual forma, todo lo que se aparte del formato original y heterosexual del uso del sexo es antinatural y por consiguiente, contra el designio y propósito de Dios, por lo que se constituye en un pecado que Dios rechaza y abomina.

En el mismo orden está el pecado de adulterio. Sabido es de todos que el cristianismo no aprueba el adulterio. Mas bien lo combate y públicamente se enseña contra esa práctica. Y así con los diferentes pecados que la Biblia señala. Hasta ahora ningún a ningún adúltero le ha dado la idea de defender sus derechos de adúlteros, tampoco que se reconozca un status de adúltero. No los vemos con pancartas en las calles haciendo reclamaciones sociales, ni gobiernos haciendo leyes reconociendo el derecho el derecho de las mujeres a tener dos o tres maridos u hombres con derecho a tener dos o tres mujeres. Solo en algunas sociedades y culturas esta permitido al hombre tener mas de una esposa, pero sin embargo a la mujer que tenga dos o mas maridos, se le condena y apedrea.

Sin embargo, la Iglesia ha condenado públicamente este tipo de pecado y todo el mundo lo ve como normal, sin embargo, cuando condena públicamente el pecado de la homosexualidad, se cataloga a la Iglesia como discriminadora y anacrónica. En estos momentos hay países que no solo han aprobado con sus leyes el matrimonio homosexual, sino que hay leyes que prohíben criticar y enseñar públicamente contra este acto pecaminoso y esas mismas leyes condenan a aquellos que se atreven a cuestionarlo, incluyendo a la Iglesia.

Todo esto es parte de una sociedad en un proceso de decadencia y degeneración galopante. La filosofía hedonista está tomando de una forma práctica lugar en la conducta de los hombres, de tal forma que el concepto de bueno y malo está disuelto en la nebulosa de la conveniencia y del placer, antes que en los preceptos morales de Dios.

La Biblia nos enseña que, lamentablemente, el matrimonio, como institución ha sido desvalorizado después de la caída del hombre. Una de las primeras manifestaciones de esta desvalorización y deformación de esta institución divina fue el pecado de la poligamia. Desde los primeros albores de la sociedad hay manifestaciones de esta práctica que todavía perdura y muy especialmente en algunas culturas orientales y dentro de algunas culturas indígenas.

La primera mención del pecado de la homosexualidad la vemos en el juicio que se efectúa sobre Sodoma, Gomorra y ciudades aledañas, producto del pecado de homosexualidad. Dios se le aparece a Lot que, junto con su familia estuvieron habitando en Sodoma producto de una mala elección. Dios había decidido enviar juicio sobre aquellas ciudades por las abominaciones sexuales que se producían en medio de ellos. Dios le ordena a Lot que saliera para que evitara el juicio. Cuando los mensajeros de Dios van a avisar a Lot por el juicio que se avecinaba, los hombres de la ciudad salieron al encuentro de ellos estando posando en casa de Lot. La Biblia dice literalmente: “Antes que se acostaran, rodeando los hombres de la ciudad, los varones de Sodoma, todo el pueblo, desde el mas joven hasta el mas viejo. Llamaron a Lot, gritando: ¿Dónde están los hombres que han venido a ti esta noche?. Sácalos para que los conozcamos (tengamos relaciones íntimas con ellos). Entonces Lot salió a ellas a la puerta, cerró la puerta tras sí y dijo: __ Os ruego, hermanos míos, que no hagáis tal maldad. Mirad, yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las traeré y podréis hacer con ellas lo que bien os plazca; solamente que a estos varones no les hagáis nada, ya que han venido al amparo de mi tejado” (Génesis 19).

Sobre este incidente Judas expresa: “También Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra la naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno” (v. 7). Y Pedro, en su segunda epístola, describe la naturaleza de los hechos de estas ciudades diciendo: “También condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir limpiamente. Pero libró al justo Lot, abrumado por la conducta pervertida de los malvados, (pues este justo, que habitaba entre ellos, afligía cada día su alma justa viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos” (2:2-8)

¿Fue injusto Dios al enviar castigo a esas naciones? NO. En primer lugar manifestó su amor y misericordia a esas ciudades dándoles la oportunidad de arrepentimiento. Por una parte tenían el testimonio del “justo Lot” y por otra parte, escuchó el clamor de Abraham, quién intercedió a favor de ellos para evitar el juicio de Dios sobre ellos, pero no había ni aún uno que fuera digno de absolución (Génesis 18:16-33).

Dios es el Legislador del Universo. Dios es el juez que demanda obediencia a las leyes establecidas por Él. La infracción de cualquiera de sus leyes demandan justo castigo, pero antes del juicio, Dios, en su amor y misericordia levanta una voz profética para amonestar y exhortar al arrepentimiento. “El se duele del castigo” pero en su justicia perfecta no pasa por alto el pecado. El castigo sobre Sodoma y Gomorra no es mas que la desaprobación de Dios sobre el pecado de la homosexualidad. Gomorra quedó como ejemplo histórico de la opinión de Dios al respecto. En la actualidad esa práctica ha llegado con el nombre de sodomía; práctica aberrante que desnaturaliza al ser humano y lo expone al juicio de Dios (véase: Isaías 1:10; Ezequiel 16:44-52; Amós 4:11; Apocalipsis 11:8). Jesús hizo alusión al pecado de estas ciudades como ejemplo de la condición del mundo en los días finales diciendo: “Así mismo, como sucedió en los dias de Lot, cuando comían bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; pero el dia en que salió Lot de Gomorra, llovió del cielo fuego y azufre y los destruyó a todos. Así será el día en que el hijo del hombre se manifieste” (Lucas 17:28-30).

Mas tarde, cuando Dios le da a Moisés leyes morales precisas que habrían de regir la conducta moral del pueblo le ordena: “No te acostarás con varón como con mujer; es abominación” (Levítico 18:22; léase también vs. 23 al 30). En Levítico 20:13, Dios reitera este mandamiento: “Si alguien se acuesta con otro hombre como se hace con una mujer; abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos caerá su sangre”.

Estos versículos nos muestran que la homosexualidad no es una práctica de los tiempos modernos. Desde los tiempos remotos de la historia este pecado viene siendo practicado por las naciones paganas y por gentes de toda condición social, pero a la vez nos muestra el rechazo rotundo de Dios a tales personas e implicando juicio sobre el pecador. Para Su pueblo Dios tiene una vida diferente, una vida santa y llena de bendiciones que desplazan toda obra perversa de sus hijos.

El Nuevo Testamento retoma la enseñanza del Antiguo. Jesús toma como ejemplo de nación pecadora a Sodoma para ejemplificar la condición pecaminosa de estos últimos tiempos en que estamos viviendo. No nos debe extrañar la condición moral del mundo actual. Ya estaba previsto predicho por Jesucristo. Jesús condenó al homosexualismo, pero vino a morir por el homosexual. Inclusive, atenuó el rigor del castigo sobre Sodoma comparándolo con el pecado de rechazarlo a él. (Mateo 10:15; 11:24; Lucas 10:12;17:29).

Pablo es fuerte cuando habla de este tema. El vivó bajo la cultura de un impero altamente inmoral. Hombres, mujeres, ricos y pobres, emperadores y emperatrices, estaban sumidos en la mas abyecta condición moral. Las fiestas bacanales, el culto al sexo, las vírgenes vestales, las sacerdotisas y sacerdotes que dirigían el culto imperial, no eran mas que orgías sexuales, borracheras empedernidas, donde ocurrían todo tipo de pecados aberrantes. Esta situación la tenía presente el apóstol Pablo cuando decía: “Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. No seáis participantes con ellos; porque en otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz…. Comprobando lo que es agradable al Señor, y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino mas buen reprendedlas, porque vergonzoso es aún hablar de lo que ellos hacen en secreto. Más, todas las cosas son puestas en evidencia por la luz, porque son hechas manifiestas, porque la luz es lo que manifiesta todo…” (Léase: Efesios 5:1-13). 

El mismo Pablo, escribiendo a los Romanos en el capítulo 1:18-31 usa palabras fortísimas contra el pecado de la homosexualidad. Entre otras cosas, dice que estas personas “se envanecieron en sus propios razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido”, “deshonraron sus propios cuerpos”, “se hicieron necios”, "sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza”, “del mismo modo, también los hombres, dejando la relación natural con la mujer, se encendieron en su lascivia hombres con hombres, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío…”, “estos, aunque conocen el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que se complacen con los que las practican”.

Leamos lo que Dios manifiesta a través de Su Palabra y a través del Apóstol Pablo: “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios?. No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10).

Quizás algunos aleguen que muchos de los homosexuales se conducen así por causas de alteraciones hormonales, crianza afeminada, problemas sicológicos, problemas familiares, etc, etc. Dios no hace ninguna salvedad. Sean las causas que fueren las que produzcan ese tipo de conducta, cada uno es responsable ante Dios de rectificar su camino y encontrar en Dios la solución de su problemática. La misma regla se aplica a los ladrones, a los borrachos, a los maldicientes, a los estafadores, etc., etc. El evangelio es poder de Dios para salvar y transformar a las personas, cualquiera que sea su mal moral. La Iglesia tiene en sus manos la solución, y el mismo Pablo, para culminar sus palabras anteriores admite que, dentro de la Iglesia, algunos de los creyentes tenían estos defectos, pero Dios los había cambiado. Dice Pablo: “Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados, en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:11).

Podemos declarar que para el pecador hay perdón en Cristo. Que el pecador puede ser cambiado por el poder de Dios. No importa el pecado que sea. Dios ama al pecador. La Biblia dice que “todos somos pecadores delante de Dios” y dentro de los pecadores están, al igual que todos, incluidos los homosexuales. Dése cuenta que el pecado de la homosexualidad no se trata con un caso aparte ni discriminativo; está contenido dentro de una lista de pecados de todo tipo. El pecado es pecado como quiera que se manifieste. El juicio de Dios no se manifiesta sobre el homosexual, cae sobre el pecador no arrepentido sea quien sea. Pero Cristo murió por el pecador dentro de los cuales también están los homosexuales y en definitiva, en el día del juicio Dios no va a preguntar qué hiciste en tu vida sino qué hiciste con la solución provista por Dios: JESUCRISTO.

Concluimos, pues, que el homosexualismo se aparta del diseño de Dios para el matrimonio. Que la unión de dos homosexuales no es un matrimonio sino un ayuntamiento, por lo tanto no aceptamos como normal esta condición y no estamos de acuerdo con las leyes que legalizan el ayuntamiento de sexos iguales, por ser un peligro para las futuras generaciones.

Sin embargo, a pesar de las implicaciones que tiene el hecho de mantener los principios Bíblicos cristianos lo mas puro que pueda, La Iglesia, como institución colocada por Dios para ser “sal y luz”, no puede evadir la responsabilidad de definir su posición, aun cuando todo esto implique su ostracismo social. Nuestra responsabilidad es ante Dios, no ante los hombres. En este punto bien se puede aplicar el principio apostólico: “es necesario obedecer a Dios ante que a los hombres”.

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